"50 segundos": el documental de Netflix que revive un crimen que marcó a Argentina

Una reconstrucción sobria que pone foco en la violencia grupal y sus consecuencias
La miniserie documental de Netflix reconstruye el ataque que terminó con la vida de Fernando Báez Sosa y plantea preguntas sobre violencia juvenil, masculinidad y responsabilidad colectiva. Con material fílmico original, testimonios clave y un montaje que prioriza la claridad narrativa, la obra busca equilibrar información y emoción sin caer en el espectáculo.
Estructura y tono
El relato se organiza en episodios que abordan la noche del crimen, la investigación y el juicio. Los realizadores combinan imágenes de cámaras de seguridad, videos registrados por testigos y entrevistas con familiares, testigos y peritos. El montaje repite el motivo de los “cincuenta segundos” —el lapso en que ocurrió la agresión— como un dispositivo dramático que subraya la brevedad del acto y su impacto prolongado.
Voces y perspectivas
Entre las intervenciones más conmovedoras está la de la madre de Fernando; otras voces aportan detalles sobre la investigación y el proceso judicial. El documental incorpora además declaraciones de familiares de los acusados y, en un gesto polémico, les otorga espacio a los agresores detenidos, quienes expresan arrepentimiento. Esa decisión abre un debate legítimo sobre la representación de los responsables en piezas sobre crímenes de gran repercusión.
Enfoque analítico
Los guionistas Tatiana Mereñuk, Mariel Bobillo y Julián Troksberg, con la dirección de Martín Rocca, no se centran sólo en la cronología de los hechos: intentan situar el caso en un marco sociocultural más amplio. Especialistas consultados vinculan el episodio con patrones de conducta en ciertos grupos y con formas de masculinidad que pueden normalizar la agresión colectiva. El documental señala tensiones sociales sin pretender dar respuestas únicas.
Decisiones formales
La miniserie opta por una puesta austera: prescinde de dramatizaciones excesivas y usa recursos como ralentizaciones y esquemas visuales para facilitar la comprensión técnica del ataque y sus secuencias. Esa sobriedad reduce el riesgo de sensacionalismo y permite que los testimonios —y el dolor que contienen— tengan peso propio.
Críticas y consideraciones
Algunos sectores podrían cuestionar la decisión de otorgar espacio a los agresores; otros valorarán que el material contribuya a la reflexión sobre causas sociales de la violencia. El documental no profundiza en ciertos ejes como el racismo o el clasismo que expertos señalan como relevantes en el debate público, y esa limitación puede ser un punto de discusión entre espectadores y especialistas.
Para ver y debatir
La serie funciona como herramienta para repasar los hechos y para abrir una conversación amplia sobre prevención, responsabilidad y los modos de abordar la violencia juvenil en la sociedad. Recomendable para quienes buscan una reconstrucción ordenada y con voluntad analítica, aunque con límites en algunos abordajes sociales complementarios.
Fuentes: El Economista
