A cinco años de su muerte, Maradona sigue vivo en rituales y altares populares

Memoria, devoción y permanencia
Maradona, D10s y la Iglesia Maradoniana se mantienen como referentes simbólicos en paredes, altares y rituales populares desde hace cinco años; la figura del 10 no se archiva, se practica. En barrios, canchas y santuarios de todo el mundo la presencia de Diego Armando Maradona se manifiesta en ofrendas, misas con goles en pantalla y peregrinaciones que transforman el duelo en culto laico.
La muerte de Maradona, el 25 de noviembre de 2020, no cerró su historia: la reorganizó. Especialistas y actores del círculo íntimo del jugador sostienen que la pérdida radicalizó y amplificó prácticas de memoria que ya existían. Sociólogos del deporte han señalado que figuras que concentran identidades colectivas y desigualdades sociales tienden a pasar por procesos de sacralización laica, y el caso de Maradona ilustra ese fenómeno.
La Iglesia Maradoniana: estructura y rituales
La Iglesia Maradoniana nació en Rosario a comienzos del siglo XXI como una forma de nombrar lo que ya ocurría en tribunas y barrios: la idolatría organizada. No se trata de una estructura jerarquizada con sede única ni de financiamiento estatal: sus encuentros se autofinancian y se montan en canchitas de barrio, bares o espacios culturales. Sus ceremonias mezclan fútbol, música y comidas; entre sus prácticas están las "misas maradonianas", los bautismos que recrean la "mano de Dios" y la lectura de goles como si fueran textos sagrados.
El logo D10s —la palabra que contiene el número 10 en lugar de la letra— funciona como marca y símbolo de identificación. Sus impulsores cuentan que Diego recibió en vida reconocimientos y respondió con gestos que reforzaron ese vínculo: recibió carnets, abrazos y palabras que alentaban la continuidad del homenaje.
Entre lo íntimo y lo político
Para quienes lo conocieron, como Fernando Signorini —preparador físico que acompañó a Maradona durante años—, la figura pública y la persona privada convivían de forma tensa: por un lado, el “vecino” de Fiorito que nunca renunció a su origen; por otro, el personaje que debía sostener expectativas masivas. Esa ambivalencia explica, en parte, la persistencia del culto: se recuerda tanto al jugador como al hombre que daba gestos concretos de ayuda a clubes, familias y causas sociales.
La presencia de la imagen de Maradona en marchas sociales y en espacios de protesta es, además, un recordatorio de su asociación con reclamos populares. En los barrios, su figura se convoca como emblema de pertenencia y resistencia. La devoción no siempre es sólo homenaje; en muchos casos se vuelve señal política: marca la orientación de afectos y la pertenencia a una tradición popular que interpela las desigualdades estructurales.
Altares, golarios y prácticas cotidianas
Los altares maradonianos aparecen en plazas, fachadas y clubes de barrio: fotos, camisetas, velas y objetos cotidianos componen montajes que, para muchos, funcionan como espacios de consuelo colectivo. Entre las invenciones de esta devoción figuró el "golario": una tira de pelotitas que se recorre evocando goles y gambetas en lugar de los misterios tradicionales. Esa reinvención ritual combina humor, afecto y memoria.
El fenómeno no es estrictamente argentino. Santuarios en Nápoles y en barrios de ciudades europeas reciben ofrendas y visitantes de todo el mundo; turistas confluyen en las calles donde hay murales y custodian su propia liturgia laica. En algunos lugares su imagen convive junto a santos populares tradicionales, lo que ilustra la porosidad entre religiosidad popular y culto a ídolos deportivos.
¿Qué queda del maradonismo?
Para los fundadores de la Iglesia Maradoniana, el maradonismo es infinito: la transmisión de su figura no depende de quienes lo vieron jugar, sino de la circulación de imágenes, videos y relatos. Para otros actores, la pregunta es sobre el legado concreto: ¿qué pasa con las causas que Diego sostuvo o simbolizó? ¿Quién toma la posta en demandas sociales que la figura representaba?
Signorini y quienes trabajaron con él recuerdan gestos y proyectos de ayuda que quedaron como parte de su biografía pública. Al mismo tiempo, la memorialización puede encapsular la figura y volverla símbolo en distintos sentidos: inspiración, refugio emocional o instrumento identitario. Esa multiplicidad explica por qué el nombre de Diego sigue convocando y generando prácticas colectivas.
Reflexión final
Cinco años después, la permanencia de Maradona en la vida cotidiana es menos un testimonio del pasado y más una práctica viva: se lo invoca en goles celebrados, en murales repintados y en rituales que combinan solemnidad y fiesta. La canonización popular que describen sus devotos no es literal ni uniforme: es una co-presencia de memoria, política y afecto que sigue encontrando lugares y rostros en cada barrio, en cada cancha y en cada pantalla donde reproduce sus jugadas.
Fuente: PERFIL
