Bilardo tenía razón: cómo Marruecos preparó su salto hacia el Mundial 2030

De la calle a estadios de primer nivel: la política detrás del fútbol marroquí
Hace más de dos décadas Carlos Salvador Bilardo dijo que “el futuro del fútbol está en Marruecos”. Hoy, con Marruecos coanfitrión del Mundial 2030 y tras la performance deportiva de los últimos años, esa afirmación resuena con fuerza: Marruecos combinó planificación, inversión en infraestructura y programas de formación para transformar su fútbol y proyectarlo al escenario mundial.
La transformación no surgió por azar. En entrevistas citadas por la prensa, entre ellas un diálogo con Azzeddine Bijjou, funcionario de turismo de Marruecos, se apunta a una política de Estado impulsada bajo la presidencia del rey Mohamed VI: inversiones en estadios, centros de entrenamiento y mejoras en servicios públicos que, según sus palabras, “acompañan el desarrollo del deporte”. Esa decisión estratégica permite hoy albergar competiciones internacionales y aspirar a ser sede de la final del Mundial 2030.
Resultados deportivos que avalan la estrategia
El progreso de Marruecos en el plano competitivo es visible. La selección alcanzó las semifinales del Mundial de Qatar 2022, obtuvo una medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de París y sumó títulos juveniles continentales y mundiales: campeón Sub-17 de África y campeón del Mundial Sub-20 de este año —victoria en la final frente a Argentina, según las crónicas—. Esos logros sirven como comprobante práctico de la apuesta por la formación y por la continuidad en proyectos deportivos a largo plazo.
Infraestructura: estadios, transporte y salud
Durante la apertura de la Copa Africana de Naciones se pudo constatar la calidad de los recintos. El estadio Príncipe Moulay Abdellah, escenario de la inauguración, fue destacado por corresponsales internacionales. Además, Marruecos anunció la construcción de un nuevo estadio con 114.000 plazas, que según fuentes locales será “el más grande del mundo”, y compite con España por la organización de la final del Mundial 2030. Estas obras se articulan con otras inversiones: tren de alta velocidad, carreteras y mejoras sanitarias para garantizar la logística y la experiencia de público y equipos.
La base social: volver a jugar en los barrios
Un punto que señalaron interlocutores marroquíes es la persistencia del juego barrial como semillero. Bilardo destacaba que los chicos “todavía juegan al fútbol” en Marruecos, y las autoridades entrevistadas coinciden en que, aunque ya no se juegue en la calle en todos los casos, se han creado canchas y espacios en cada barrio para sostener esa práctica. Esa continuidad cultural —la disponibilidad de espacios y programas de formación— es un factor que, complementado con inversión formal, acelera la aparición de talentos.
Planificación a largo plazo y sostenibilidad deportiva
Los responsables del proyecto marroquí ponen el acento en la formación y la planificación sostenida. En distintos reportes se subraya que el objetivo no fue solo construir estadios, sino crear una red de clubes formativos, centros de alto rendimiento y circuitos de competencia juvenil para consolidar trayectorias deportivas. La estrategia combina recursos públicos y alianzas privadas y pretende que los resultados deportivos se mantengan en el tiempo, evitando ciclos cortos de éxito seguidos por retrocesos.
Riesgos y desafíos
La ampliación rápida de la infraestructura y la puesta en marcha de programas exige ahora garantizar su mantenimiento y la gestión a mediano plazo. La construcción de grandes obras puede generar beneficios visibles, pero también plantea el desafío de integrar esas inversiones con políticas sociales y deportivas inclusivas que beneficien a diferentes regiones del país y no solo a los grandes centros urbanos.
Qué significa para el fútbol global
La consolidación de Marruecos como actor relevante del fútbol africano y mundial tiene efectos en varias direcciones: diversifica el mapa de potencias futbolísticas fuera de los tradicionales focos europeos y sudamericanos; impulsa la competitividad de torneos continentales; y muestra que la combinación de formación, infraestructura y respaldo estatal puede acelerar la internacionalización de selecciones y clubes.
Más allá del valor simbólico de la frase de Bilardo, el caso marroquí funciona como un estudio sobre cómo un país puede proyectar su deporte mediante políticas públicas sostenidas. Si Marruecos logra ser sede de la final del Mundial 2030, ese hito será tanto deportivo como institucional: la culminación visible de una estrategia que comenzó años atrás y que hoy se presenta como modelo posible para otras federaciones y estados.
Fuentes: Olé
