El torneo argentino: intensidad, drama y una baja general de nivel

Por qué el formato actual genera emoción pero también problemas de jerarquía
La AFA logró un objetivo claro: que el campeonato sea atractivo y dramático hasta la última fecha. Con 30 equipos, la última jornada de la fase regular reúne a casi todos los clubes con algo en juego: clasificación a los play-off, plazas para la Copa Libertadores o la Sudamericana y la lucha por la permanencia. Esa tensión funciona y mantiene el interés del público en un torneo que, a la vez, muestra una notable pérdida de nivel general.
Los campeonatos europeos con 20 o 22 equipos y un formato de todos contra todos a dos ruedas tienen dos virtudes que muchos elogian: suelen consagrar al equipo que mejor rindió en el largo plazo y resultan, en general, más parejos en el sentido competitivo entre clubes de similar presupuesto. En contraposición, el diseño del torneo local —con su alta cantidad de participantes y fases— prioriza la emoción y la expectativa sobre la consolidación de jerarquías futbolísticas.
Ese diseño explica por qué, pese a la aparente fragmentación del talento, este fin de semana se definen múltiples objetivos para casi todos los equipos: algunos pelean por entrar en los play-off; otros por ubicarse en posiciones que aseguren plazas continentales; varios se aferran a la permanencia. Para la AFA, la consecuencia es un torneo televisivamente atractivo y con público pendiente de cada fecha.
Costos deportivos y económicos del modelo
El principal costo es futbolístico: al haber 30 equipos, el nivel se empareja hacia abajo. Hay planteles que exhiben carencias de jerarquía incluso en clubes grandes. Esa realidad está ligada —como subraya el análisis de la temporada— a la situación económica del fútbol argentino: recursos limitados para sostener planteles competitivos, salida de talentos y dificultades en la planificación deportiva. Esa es una de las razones por las que los clubes brasileños llegan con mayor ventaja a la Copa Libertadores en los últimos años.
Además, el formato facilita que el resultado del campeonato quede definido por rachas cortas: una serie de victorias en un tramo del torneo puede bastar para quedarse con el título. Eso provoca que el campeón no siempre sea, en opinión de muchos, el mejor equipo de toda la temporada. Si el torneo fuera más largo y de calendario europeo, la lógica del azar disminuiría y, como contrapartida, los clubes con mejores estructuras tendrían ventaja sostenida.
Representación internacional y sorpresas
El efecto del sistema también se ve en las plazas continentales: este año, por ejemplo, clubes como Platense o Independiente Rivadavia de Mendoza alcanzaron condiciones para jugar la Libertadores por vías que en formatos más rígidos —y con menos participantes— serían menos probables. Esa situación alimenta la narrativa de las sorpresas y da visibilidad a equipos que, de otro modo, pasarían desapercibidos.
¿Qué debate conviene abrir?
Hay dos preguntas que conviene separarse: una, si el objetivo principal del torneo debe ser el entretenimiento masivo y la disputa hasta la última fecha; otra, si se busca consolidar un campeonato que, a la larga, premie la regularidad y diferencie a los proyectos deportivos más sólidos. Ambos fines son válidos, pero incompatibles en su máxima expresión.
Si la AFA busca sostener la emoción y la competencia hasta el final para mantener audiencias y redes de comercialización, el formato con más equipos logra ese propósito. Si lo que se pretende es elevar el nivel general y garantizar que el campeón sea, en rigor competitivo, el más sólido durante la temporada, el camino pasa por reducir la cantidad de participantes y volver a calendarios de mayor duración.
Contexto y posibles medidas
Reducir equipos no es simple: implica decisiones sobre ascensos y descensos, contratos televisivos y una planificación que incluya la salud económica de las instituciones. Otra opción pasa por mejorar la infraestructura y la administración de clubes para que las diferencias presupuestarias no determinen tanto la competitividad. En paralelo, fortalecer divisiones inferiores y políticas de retención de talento ayudaría a elevar la calidad de los planteles con el tiempo.
En la discusión también debe considerarse el impacto social: clubes chicos que acceden ahora a partidos de alto nivel obtienen ingresos y visibilidad que, de otro modo, no tendrían. Hay una tensión legítima entre el fortalecimiento del espectáculo y la construcción de un tejido futbolístico más sólido y profesional.
Balance breve
El formato vigente cumple su objetivo principal: ofrece un campeonato apasionante que mantiene al público conectado hasta la última fecha. Pero ese éxito mediático y deportivo tiene un costo: un descenso de la jerarquía futbolística y la posibilidad de que el título quede condicionado por rachas pasajeras. La pregunta abierta es si la AFA y los clubes están dispuestos a priorizar la emoción o a trabajar en una reforma que apueste a la regularidad y al aumento de la calidad estructural del fútbol argentino.
Fuente: Perfil
