Estudio revela aumentos de castigos: uno de cada tres chicos sufre golpes

Datos preocupantes del informe y la voz de una especialista
Un informe del Observatorio del Desarrollo Humano y la Vulnerabilidad del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral señala que al menos uno de cada tres niños y niñas en la Argentina fue sometido a castigos físicos como forma de corrección. Además, más del 50% de los consultados registra episodios de agresiones verbales. Estas cifras fueron comentadas por la especialista Victoria Bein durante una entrevista en LN+, donde analizó causas y mecanismos de denuncia.
Qué dijo la especialista
Bein advirtió que, en la mayoría de los casos de violencia infantil, los denunciantes no son las víctimas directas sino "casi siempre terceros". Esa observación tiene implicancias prácticas: muchas situaciones llegan a conocimiento público cuando las detectan escuelas, hospitales u otros actores sociales, y no por la iniciativa de quienes sufren el maltrato.
El rol de escuelas y hospitales
Según la discusión pública que generó el informe, instituciones como los establecimientos educativos y los servicios de salud actúan con frecuencia como puntos de detección. Los profesionales que atienden o acompañan a niños y niñas pueden identificar señales de violencia y activar protocolos de protección o denuncias. La especialista destacó la necesidad de capacitar a esos equipos para reconocer signos sutiles y para gestionar las denuncias con enfoque de protección infantil.
Métodos de disciplina y su alcance
El estudio diferencia entre castigos físicos —golpes o acciones que implican contacto corporal— y agresiones verbales, que incluyen gritos, insultos y amenazas. Mientras que el primer indicador afecta a un tercio de la población infantil, la presencia de maltrato verbal supera la mitad, lo que plantea debates sobre prácticas de crianza y límites en el uso de la corrección.
Implicancias para políticas públicas y para las familias
Los datos subrayan la necesidad de políticas que integren prevención, detección temprana y respuestas interinstitucionales. La intervención efectiva suele requerir coordinación entre salud, educación y servicios sociales. Al mismo tiempo, la conversación pública apunta a ofrecer herramientas alternativas de crianza sin violencia y a reducir el estigma que impide a muchas familias buscar ayuda.
Qué falta y qué conviene vigilar
El informe aporta indicadores cuantitativos que permiten dimensionar el problema, pero el abordaje completo exige conocer también factores contextuales: distribución regional, diferencias por nivel socioeconómico y la eficacia de los mecanismos de denuncia y protección. Los especialistas suelen reclamar datos desagregados y evaluaciones de programas vigentes para diseñar respuestas adecuadas.
Fuente: Observatorio del Desarrollo Humano y la Vulnerabilidad (Instituto de Ciencias para la Familia, Universidad Austral), periodo: 2025
El informe y las declaraciones de especialistas reabren el debate sobre prácticas de disciplina y la necesidad de fortalecer la detección en los ámbitos donde los chicos pasan gran parte del día. Para quienes trabajan en educación y salud, las cifras son una llamada a consolidar protocolos y capacitación; para la sociedad, una invitación a repensar métodos que normalizan la violencia en el vínculo familiar.
Fuentes: LA NACION
