Europa duda y el Mercosur espera: la firma del acuerdo se postergó a enero de 2026
Una cumbre con resultados mixtos y un acuerdo aplazado
La última Cumbre del Mercosur dejó un saldo político ambiguo: la voluntad de mantener la institucionalidad del bloque frente a tensiones internas contrastó con la postergación de la firma del acuerdo con la Unión Europea, ahora desplazada formalmente a enero de 2026. El aplazamiento revela que, pese a la intención diplomática, las prioridades domésticas en varios países europeos complican el cierre de un pacto largamente negociado.
Qué ocurrió en la Unión Europea
La decisión de no formalizar la firma del acuerdo durante la cumbre respondió a la falta de consenso en el seno de la UE. Países como Francia, Italia, Hungría y Polonia mantuvieron posiciones críticas que resultaron determinantes en el Consejo Europeo. La presión de grupos económicos y manifestaciones de agricultores —con protestas y tractores que colapsaron Bruselas en días previos— presionaron a algunos gobiernos a exigir salvaguardias para sus sectores agrícolas ante eventuales importaciones sudamericanas consideradas más competitivas o con estándares distintos.
El impacto político en Sudamérica
Del lado sudamericano el retraso resulta políticamente costoso. La postergación frustró la narrativa de éxito diplomático que Brasil, entre otros, buscaba ofrecer y alimenta el desgaste de quienes sostienen la apuesta por una apertura multilateral con la UE como prioridad estratégica. En las capitales del Mercosur —donde las agendas económicas y electorales son sensibles a la percepción pública sobre los efectos de la apertura— el aplazamiento abre debates sobre si es necesario reorientar la estrategia comercial hacia socios alternativos.
Presiones internas versus compromisos externos
El episodio ilustra una tensión clásica: las prioridades domésticas electorales y sectoriales pesan hoy más que antes en la política comercial europea. Las reglas provisorias aprobadas por algunos gobiernos para proteger al sector agrícola muestran que la UE busca instrumentos temporales para mitigar choques, mientras que los socios sudamericanos perciben que ese enfoque reduce la predictibilidad del acuerdo y complica su implementación.
¿Una bisagra para el Mercosur?
Si la firma no se concreta en enero de 2026, el retraso podría actuar como un punto de inflexión. Existe la posibilidad de que los países del Mercosur aceleren negociaciones bilaterales o mayor apertura hacia mercados alternativos —China, Estados Unidos u otros— para no quedar atados a un proceso que no garantiza resultados sostenibles en plazos razonables. Esa estrategia pragmática puede ofrecer ventajas comerciales, pero también implica costos políticos y de coordinación regional.
Consecuencias económicas y simbólicas
Más allá de la firma, la incertidumbre afecta inversiones y expectativas de exportadores que contaban con la reducción de barreras y la armonización de reglas. La demora complica la planificación empresarial y puede desalentar proyectos que esperaban beneficios arancelarios o mejor acceso a mercados europeos. Simbólicamente, la postergación erosiona el relato de integración regional y pone en evidencia la fragilidad de acuerdos multilaterales frente a dinámicas políticas domésticas crecientes.
Qué viene ahora
La próxima etapa será definir si la Unión Europea logra dentro de sus instituciones el respaldo suficiente para la firma en enero de 2026 y, en paralelo, cómo reaccionarán los países del Mercosur. El bloque deberá decidir si mantiene la apuesta por un acuerdo amplio con la UE como columna vertebral de su política externa comercial o si prioriza acuerdos alternativos y más pragmáticos. Ese reordenamiento podría redefinir las prioridades comerciales sudamericanas para la próxima década.
Contexto y lecciones
El aplazamiento pone sobre la mesa una lección clara: los procesos de integración global hoy enfrentan una mayor fragmentación y una política doméstica que condiciona la capacidad de los gobiernos para cerrar compromisos. Para el Mercosur, el desafío es doble: sostener la cohesión interna del bloque y negociar estrategias que respondan a las nuevas realidades internacionales sin sacrificar el interés sectorial de cada país.
Fuentes: Infobae
