Milei ensaya un perfil menos agresivo: foco en desinflación y la influencia de EE. UU.

Un cambio de tono y un objetivo: bajar la inflación mientras la política de Estados Unidos pesa sobre el destino económico
El Gobierno presentó en el Congreso el proyecto de Presupuesto para 2026 sin las metáforas de choque que marcaron los primeros años de gestión. El Presidente dedica hoy menos tiempo a la red y a la confrontación pública, y la estrategia obliga a interpretar si ese cambio de estilo acompaña una prioridad central: la desinflación como eje de la recuperación y del relato político. Al mismo tiempo, la agenda económica mira con atención a Estados Unidos y a cómo las decisiones de ese país pueden condicionar el flujo de dólares hacia la Argentina.
En diciembre, el equipo presidencial buscó cerrar una etapa de alto ruido público y mostrar capacidad de diálogo dentro del Congreso. El proyecto de gastos e ingresos que se discutió fue modificado por la Cámara de Diputados —entre ellas la eliminación del Capítulo XI planteada por los legisladores— y fue aceptado por el Ejecutivo sin la reacción beligerante de meses anteriores. Esa normalización del proceso legislativo se interpreta como cambio de método: pasar de la performance electoral a la gobernanza con mayor tolerancia a la negociación parlamentaria.
La capacidad de La Libertad Avanza para transformar su fuerza electoral en músculo legislativo creció rápido: en apenas tres turnos electorales el espacio construyó una primera minoría en Diputados y amplió su presencia en el Senado. Eso no se traduce en mayorías automáticas para nombramientos judiciales o fiscales, ni en control territorial en los ejecutivos municipales. Pero sí le da al oficialismo margen para impulsar su agenda económica, con la desinflación en el centro del tablero.
¿Qué hay detrás del Presupuesto?
Los números del Presupuesto comparten una característica habitual: incluyen metas que funcionan como objetivo político y guía operativa, pero que con frecuencia terminan siendo ajustadas una vez que se conocen los datos reales. En este caso, la ley aprobada plantea metas de gasto que buscan mostrar disciplina fiscal y proyecciones de baja de la inflación, aunque muchos economistas advierten que gran parte de esas cifras reflejan intenciones más que certidumbres.
La apuesta oficial se apoya en la expectativa de que la inflación siga desacelerándose durante 2026. Economistas consultados por distintos medios mantienen pronósticos favorables en ese sentido: la tendencia a la baja sería la variable que más impacte en la valoración pública del Gobierno y en las expectativas electorales del espacio oficialista.
Los factores internos: dólar, inversión y empleo
Entre las preguntas abiertas permanecen cuestiones estructurales: ¿seguirán los argentinos comprando dólares en cada oportunidad y frenando el ahorro en pesos?, ¿llegarán del exterior los dólares necesarios para sostener la recuperación productiva?, ¿qué efecto tendrá la prolongada recesión en industria y comercio sobre el empleo? Son interrogantes que condicionan tanto la efectividad de las metas macroeconómicas como el ánimo social alrededor del ajuste y la recuperación.
El Gobierno necesitará, además, dar señales claras para incentivar la inversión privada. Si la baja de la inflación no va acompañada por recuperación en la actividad y en el empleo manufacturero, el impacto económico y político será limitado.
El “Riesgo Trump” y la dependencia externa
La política estadounidense ocupó un lugar inusual en la correlación de fuerzas doméstica durante 2025. El presidente norteamericano —que por la Constitución no puede presentarse a un nuevo mandato— llevará a cabo elecciones de medio término en noviembre, donde se renovarán la totalidad de la Cámara de Representantes y parte del Senado. Si la posición de Estados Unidos se debilita, los efectos se sienten antes y más claros en economías como la argentina.
En 2025 el Tesoro estadounidense intervino en el mercado para contener la cotización del dólar en la Argentina y proteger ciertas alineaciones financieras, lo que volvió a mostrar que la economía local puede quedar expuesta a imprevistos externos. El Gobierno argentino, por su parte, ha recibido apoyo financiero y gestiones vinculadas a actores financieros extranjeros. Entre ellos aparece Scott Bessent, un inversor y gestor de fondos estadounidense con trayectoria en la gestión de activos (fue ejecutivo en Soros Fund Management), cuyo respaldo se volvió relevante en los pasajes más tensionados de 2025. Si la situación política en Washington cambia y esas fuentes se cierran, la Argentina perdería no sólo un aliado sino una línea de financiamiento con impacto directo en las reservas y la estabilidad cambiaria.
Qué puede pasar en 2026
El próximo año abre un calendario con incertidumbres internas y externas. En el plano doméstico, la economía necesita señales que permitan pasar de la expectativa de desinflación a una recuperación real del poder adquisitivo y del empleo. En el plano internacional, la volatilidad política en Estados Unidos añade un factor de riesgo: peores resultados en las urnas norteamericanas pueden traducirse en menos apoyo financiero, condiciones de crédito más duras o menor interés por invertir en la Argentina.
Políticamente, el cambio de actitud pública del Presidente —menos tiempo en redes, más predisposición a negociar— puede responder a una decisión estratégica: seducir a la clase media urbana y a sectores independientes que valoran la gestión por sobre la teatralidad. Si la desinflación se confirma y la actividad acompaña, ese perfil moderado puede consolidarse como la oferta política del oficialismo para 2026. Si no, los costos sociales y electorales serán otra discusión.
Fuentes: Clarín
