Pedro Opeka: de San Martín a Madagascar, transformar un basural en ciudad

Una vida dedicada a convertir miseria en oportunidades
Pedro Opeka, sacerdote argentino nacido en San Martín, lleva más de medio siglo trabajando en Madagascar para transformar basurales en barrios y vidas rotas en proyectos productivos. Su experiencia muestra cómo iniciativas locales sostenidas pueden reducir la pobreza y generar alternativas reales frente a la exclusión.
Un proyecto que nació en el terreno
La obra de Opeka se originó al acercarse a comunidades que vivían en torno a vertederos. Allí encontró no solo pobreza extrema sino también redes sociales y capacidades desaprovechadas: personas que recogían materiales, familias que vivían en condiciones insalubres y niños sin acceso a educación. Desde esa observación directa construyó un enfoque integral: vivienda, salud, educación y trabajo.
Metodología: vivienda, escuela y trabajo
El proyecto articuló tres ejes básicos. Primero, la mejora de las condiciones de vivienda a través de proyectos de construcción participativa. Segundo, la educación: se montaron escuelas y talleres orientados a la infancia y la juventud. Tercero, la generación de empleo mediante cooperativas y microemprendimientos vinculados al reciclado, la alimentación y la construcción. La combinación permitió que muchos cartoneros y sus familias tuvieran ingresos dignos y acceso a servicios básicos.
Resultados reconocidos y réplicas
La experiencia en Madagascar obtuvo reconocimiento internacional por su impacto social sostenido. Según las crónicas que relatan su trabajo, el proyecto superó la etapa de mera asistencia y logró procesos de inclusión económica y social de largo plazo. Esa metodología también inspiró iniciativas en otros países; la nota menciona una réplica en Lima y una llegada simbólica al partido de Zárate.
Un contraste con debates domésticos
En Argentina la pobreza suele ser objeto de debates políticos y eslóganes; la trayectoria de Opeka funciona como recordatorio de que hay respuestas prácticas que combinan acompañamiento comunitario, formación y trabajo. No se trata de soluciones mágicas sino de procesos prolongados, con inversión y participación local.
El papel de la sociedad civil y la cooperación
Proyectos como el que lidera Opeka subrayan la importancia de la cooperación entre actores: iglesias, ONG, organismos internacionales y, en algunos casos, gobiernos locales. El apoyo logístico y financiero ayuda, pero la clave suele estar en la adaptación a la realidad local y en la confianza generada con la comunidad.
Lecciones para políticas públicas
Para quienes diseñan políticas de inclusión, la experiencia aporta lecciones concretas: priorizar intervenciones integrales, facilitar la formación para el empleo, apoyar formas asociativas y promover la participación activa de los beneficiarios en la toma de decisiones. También enseña que el tiempo es crucial: transformaciones sociales requieren continuidad y monitoreo.
Una figura que interpela
Opeka representa una figura que incomoda y conmueve: incomoda porque pone en evidencia la posibilidad de alternativas reales frente a la pobreza; conmueve por el testimonio de esfuerzo sostenido. Su trabajo invita a cuestionar la resignación y a pensar políticas y acciones que combinen solidaridad y eficacia técnica.
Fuente: Infobae — Opinión
